Hace unos días, una muy querida amiga mía dijo: “En la próxima vida, quiero ser el padre”.
Como madre soltera, ella lleva el peso de la educación, el bienestar mental y físico de su hijo, ofreciendo tanto la paciencia para su exploración y explosión emocional, como el espacio tranquilo y seguro para su autodescubrimiento. Proporciona seguridad, confianza, amor, y mientras voltea su mundo de cabeza, pone estructura y equilibrio en el de su hijo, viendo crecer a un ser humano bondadoso, todo mientras mantiene la estabilidad financiera y actúa, además, como asesora de matemáticas, inglés y oratoria, y qué decir de su papel de fanática entusiasta de sus logros.
Sé que ella no cambiaría, ni por un segundo, ser su madre, también comprendo el inmenso y persistente desequilibrio que enfrentamos las mujeres en nuestro “mundo moderno”. Sí, hemos progresado significativamente desde hace 200, incluso 100 años. Sin embargo, la brecha de la desigualdad y de indiferencia persiste.
No romantizo la maternidad, pero tampoco la invalido. Este pilar de nuestra sociedad recae en las mujeres, por una razón. El universo no se equivoca, el cambio está en nuestras manos, porque tenemos las herramientas para gestarlo, porque lo hacemos con cada cosa que realizamos, en cada faceta de nuestras vidas, con las plantas, con proyectos potentes de trabajo, con familias, sociedades y gobiernos más empáticos, con competencias más justas, con la misma energía y amor, que cuando damos forma a una vida, y criamos a nuestros hijos para que sean los individuos compasivos que nuestro mundo necesita.
Mientras que otros pueden recurrir a la fuerza, el poder o la violencia, nosotros lideramos con el corazón, la pasión y un impulso inquebrantable para superar, crecer y difundir el amor.
¿Quién me inspira? Mi madre. Porque nunca se rinde, nunca deja que la fatiga la disuada de ayudarme, abrazarme o animarme. Su corazón late en mis pensamientos, en mis actos, en mis valores, a cada paso.
La vida puede ser pesada, más para las madres, quienes, aun siendo los cimientos de la sociedad, no siempre les reconocemos ni apoyamos. Aun cuando son el parteaguas de un mundo mejor. El amor y el cuidado que las madres invierten en sus hijos, es como el de un agricultor para con su semilla, haciendo de lluvia, de sol y de sombra en la planta, hasta que un día el árbol se vale de si mismo, y provee de sombra y fruto.
Las madres crean el dosel protector que nos beneficia a todos. Nadie más crea y preserva la vida por amor, nadie lo hace mejor que tú, nadie, mamá.
A mi madre, a mi amiga, a todas las madres, y a todas las mujeres que diseñan su vida y la rediseñan en pro de los demás bajo su manto, con el mismo valor y aínco que sólo una madre a su hijo.
Ustedes inspiran mi pasión por ayudar a los demás, por crear un cambio positivo por y para todos.
No se rindan todavía, para que en la próxima vida, aún elijan ser las arquitectas de una humanidad mejor. Que las madres siempre elijan ser madres.


Leave a comment