¿Cuánta vida desperdicias antes de traer tu mente y tu esencia al momento presente?
Estamos todo el día ligados a diferentes actividades, con diferentes pendientes. Nuestra mente vuela de un lugar a otro sin dar oportunidad de reflexionar sobre si lo que estamos haciendo nos suma en la vida, o si sólo nos mantiene a flote.
Entre dispositivos de trabajo, conversaciones de tus diferentes grupos sociales, desde tu familia hasta el grupo de vecinos. Una vez iniciamos el día, nos anclamos a una vida digital, olvidándonos de la vida física, tangible y real.
Con tanto en la mente, ¿qué tan conscientes somos de lo que decimos o lo que sentimos hacia los demás? Con tanta presión ¿cuántas veces nos detenemos a valorar los silencios, las texturas, los aromas, y las emociones, sin querer capturarlo todo en el celular?
El ritmo acelerado de la vida moderna a menudo nos impide apreciar plenamente el mundo que nos rodea. Es importante recordar la importancia de detenerse y tomar el tiempo para disfrutar de los pequeños momentos que dan color a nuestra existencia. Y de las personas que cohabitan en ella.
Prestar atención a nuestros pensamientos y emociones nos permite cultivar una mayor conciencia de nosotros mismos y de los demás, lo cual puede enriquecer nuestras relaciones y nuestra vida cotidiana. En lugar de simplemente capturar un momento en un dispositivo electrónico, tomémonos un momento para experimentarlo plenamente y atesorarlo en nuestra memoria.
¿Cuándo fue la última vez que perdiste el ritmo de tu mente y te venció la ansiedad? No es sino hasta que nos sabemos cuesta abajo y sin frenos, que nos damos cuenta que, efectivamente, hemos perdido el control y además, no sabemos cómo parar.
Tenemos que hacer frente a la realidad, aceptando que estamos envueltos en un entorno adictivo que nos separa del presente efectivo, y nos pierde dentro de multiples atmósferas virtuales, todas con una cadencia y profundidad diferentes.
En nuestro afán de no quedarnos fuera de ninguna de estas esferas, y cubrir nuestra necesidad de aprobación y aceptación, sin darnos cuenta, cedemos a sus exigencias excesivas y superfluas.
Es fundamental ser conscientes de las implicaciones de esta situación y de cómo puede afectar nuestra calidad de vida efectiva. Esto es, ¿qué tanto estamos viviendo de manera consciente, y qué tanto estamos sobrellevando nuestra existencia irreflexiva y automáticamente, mientras nuestra mente divaga en el cosmos virtual.
La adicción a las tecnologías y al mundo virtual puede alejarnos de experiencias significativas, y de más de alguna oportunidad, limitando nuestra capacidad para estar plenamente presentes en el momento que estamos viviendo fuera de la pantalla, reduciendo nuestro potencial para actuar genuinamente y para disfrutar de las relaciones interpersonales de manera auténtica.
Reconectar con la realidad y el presente, sin que el universo digital nos robe la calma, no es tarea fácil, pero tampoco es imposible. Es importante que dediquemos tiempo a desconectar de la constante estimulación digital, al hacerlo nos desintoxicamos y nos liberamos de falsas presiones y pretenciones mientras proponemos nuestros propios estándares de calidad de vida.
Retomar el control de nuestra mente nos permite redirigir nuestra energía hacia actividades más conscientes, además nos permite ponernos en sintonía con nuestro entorno, sus detalles, y nuestras emociones.
Inlcuye paseos al aire libre, medita, permítete “olvidar” tu celular en casa mientras disfrutas de una tranquila y plena conversación cara a cara.
Al establecer un equilibrio entre el mundo digital y el mundo real, podemos nutrir nuestra paz interior y rescatar del olvido, nuestras relaciones personales.
Desconectando del agitado mundo virtual, podemos reconectar con el descuidado mundo presencial que no nos espera para pasar. Y eso incluye a la gente que se acostumbra a nuestra ausencia, que aprende a vivir a medias, a ignorarte como tu le ignoras, y que se va.
Entre más aplicaciones y contenido vanal tenemos en nuestros dispositivos, más desnutrida nuestra mente, y más anémico nuestro espíritu.
Despierta! parpadea! Reconecta!

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